Pedro Mario
El primero en tomar el testigo de sus padres fue Pedro Mario, el primogénito. Lo de Pedro con la cocina no fue precisamente un amor a primera vista, sino que se dejó seducir por ella lentamente. Después la inquietud de su paladar, fue la culpable de su inmersión total en la cocina.
No es fácil con tan sólo 22 años y sin tener previos conocimientos culinarios, dedicarse de lleno al mundo de los fogones. Pero eso no era obstáculo para alguien con la mente ávida por aprender, simplemente tenía que beber de los “grandes” y empaparse de sus conocimientos.
A partir de aquí comenzó a descubrir la obra de aquellos que habían llevado la cocina española al reconocimiento internacional, maestros como Pedro Subijana, Juan Mari Arzak, Ferrán Adrià, Martín Berasategui y Joan Roca, le sirvieron de guía, y convirtió las obras culinarias de cada uno de ellos en su lectura de cabecera. El tiempo le recompensaría y llegó a compartir jornadas de trabajo con aquellos a los que profesaba una profunda devoción. Se dejaría influenciar también por otros maestros internacionales como es el caso de Antoine Carême, Michael Bras y Frédéric Bau, entre otros.
De la misma manera que él disfruta absorbiendo los conocimientos de aquellos a los que admira, a Pedro también le gusta mostrar su trabajo. De este modo son muchos los cursos y ponencias en los que ha participado activamente, donde ha podido mostrar sus conocimientos y sus experiencias.
Varias son también sus incursiones en el mundo televisivo, participando en diferentes programas. Su última osadía fue la de aventurarse a dirigir y protagonizar el mismo «El cuaderno del chef», programa para la televisión de Castilla y León.
Pedro se desenvuelve en la sala de la misma manera que hace entre los fogones. Le gusta recibir a sus comensales, amigos para él, y disfrutar de las inevitables charlas que surgen en la siempre agradable sobremesa.
Gracias a él la cocina de El Ermitaño ha traspasado fronteras, y ciudades como New York, Londres, París, Río de Janeiro y Lisboa, han podido conocerla de primera mano.